PADRE JOSÉ MARÍA VÉLAZ S.J.

Hay hombres que sembraron sus vidas en la tierra fértil del servicio. Por eso, fueron capaces de levantar grandes cosechas en el corazón de multitudes. Uno de estos hombres fue el Padre José María Vélaz, el fundador de Fe y Alegría, ese movimiento educativo que, nacido en un rancho de Caracas, ha llevado sus banderas de Educación Popular Integral a los barrios y campos de diecisiete países.

El Padre José María Vélaz nació en Rancagua, Chile, en el seno de una familia en la que se vivía a fondo el cristianismo. Su abuela materna le sembró una especial devoción a la Virgen que habría de durarle toda la vida y que le brindaría momentos de especial consuelo y plenitud espiritual, especialmente con el rezo del rosario. El propio Padre José María confiesa que lo rezaba todos los días, incluso los quince misterios, y en la cumbre de su vida recordará con especial cariño a su abuelita como “una de esas Viejecitas Santas que después de darle su ida a sus hijos, a sus nietos, a sus huéspedes, pues tenía un hotel, a sus pobres a quienes recibía como a Cristo, ya con más de 80 años, casi paralítica en su cama, acaba los brazos sobre las sábanas y rezaba, hora tras hora, sus Rosarios. En su fino rostro arrugado, pero siempre sonrosado, brillaban de dulzura y felicidad, sus ojos alegres. Un rosario para cada uno de sus cinco hijos, otro para cada uno de sus yernos, y otros para sus once nietos. Pero, como entre estos últimos, había dos que ella consideraba en mayor necesidad espiritual, a esos les ayudaba con dos Rosarios a cada uno. Total y sin fatiga, 21 Rosarios de cincodecenas, es decir, 105 Padres Nuestros en plena consolación” Cinco años tenía José María, que era el mayor de los cuatro hermanos, cuando murió el padre de un infarto. La mamá tuvo que atender con toda energía los negocios y el cuidado y atención de cuatro niños muy pequeños. Este hecho marcó profundamente al joven José María que siempre fue un arduo defensor del valor, capacidad y entereza de las mujeres.

Cinco años después de la muerte del padre, la familia se volvió a España. Estos diez años chilenos le dejaron a José María recuerdos de montañas, de potreros, árboles y ríos. Y allí, de

los labios del río Cachacual, en el que se dio sus primeras zambullidas, aprenderá a vivir en la

inestabilidad del darse permanente. Su vida habrá de ser río, un perenne deslizarse dando

vida. Chile se le quedó también para siempre en el alma como raíz de su profunda

sensibilidad latinoamericana, de su viveza, de su carácter romántico y aventurero.

En España, la familia se estableció en Loyola, a la sombra del santo Fundador de la Compañía

de Jesús. Vendrán años de estudio y de trabajo, de estrechez económica, de domar el espíritu

y templarse para cosas grandes. Serán también años de muchos y apasionados sueños. El

mismo José María nos recuerda cómo estando interno en el colegio de los jesuitas de Tudela

en que “nos imponían aquellos siniestros estudios de dos horas o más, yo iba feliz a ellos,

porque a los cinco minutos de riguroso silencio, con los codos clavados en el pupitre y las

manos apoyando la frente y cubriendo los ojos, con una pantalla protectora, ya me había

fugado de aquella cárcel de rutina y viajaba por las islas madrepóricas de las Marianas y

Carolinas, o por las selvas de la Amazonia o por la Taiga Siberiana. A veces, acompañaba de

cerca a Simbad el Marino” (

 

Cartas del Masparro, pág. 205).Cartas del Masparro, pág. 174).Cartas del Masparro, pág. 68).

Estando encargado de la atención espiritual de los jóvenes de la Universidad Católica, Vélaz

quiso que los estudiantes de la Congregación Mariana fraguaran una profunda sensibilidad

social al palpar la miseria en que vivían multitudes de hermanos. Y así, los domingos solían

salir a los barrios de Catia a enseñar catecismo y repartir algunas bolsas de ropa y de comida.

Pronto entendieron, sin embargo, que el servicio cristiano, para ser de veras eficaz, se tenía

que encarnar en una amplia red de escuelas, en un vasto movimiento de educación que

rescatara a las mayorías de la ignorancia, raíz de la más profunda servidumbre. Vélaz, que

consideraba a la educación como la mayor fuerza transformadora del mundo, pensaba que la

falta de educación era la causa principal de la marginalidad y de la miseria: “Pueblo

ignorante es Pueblo sometido, Pueblo mediatizado, Pueblo oprimido. Por el contrario, Pueblo

educado es Pueblo Libre, Pueblo transformado y Pueblo dueño de sus destinos” (Discurso en

la Universidad Católica con motivo del otorgamiento del Doctorado Honoris Causa en

Educación).

La primera escuela nació de un acto de rotunda generosidad: cuando el obrero Abrahán Reyes

se enteró que el Padre Vélaz y su grupito de universitarios andaban buscando un lugar para la

escuela, les ofreció su casa. Durante ocho años, trabajando en sus ratos libres, Abrahán y su

esposa habían construido esa casa, la habían ido moldeando con sus manos y sus sueños.

Carreteaban el agua para la mezcla en latas de manteca desde varios kilómetros. Y una vez

terminada, la ofrecieron con sinceridad y sin aspavientos. Así nació Fe y Alegría: en una casa

regalada con 100 niños sentados en bloques sobre el suelo. El gesto de Abrahán y su señora

habría de despertar múltiples y espontáneas generosidades que, desde sus inicios, han

marcado la trayectoria de Fe y Alegría: una de las muchachas universitarias regaló sus

zarcillos. Los rifaron y con lo que se sacó de la rifa se compraron los primeros pupitres y hasta

alcanzó para darles algo a las primeras maestras. Esta fue la primera rifa de Fe y Alegría.

Posteriormente, la rifa llegaría a convertirse en una especie de cruzada nacional que aglutina

infinidad de generosidades anónimas y que, durante años, fue la principal fuente de ingresos

para sostener y aumentar la obra.

Abrahán entregó su casa, la universitaria sus zarcillos... Otros entregarían su dinero, su

fuerza, su trabajo, hasta sus vidas... Como el joven Timoteo Aguirre Pe que murió,

atropellado por un carro, cuando pegaba afiches de Fe y Alegría, en las calles de Mérida.

Rápidamente, avivada por este montón de generosidades, Fe y Alegría empezó a germinar en

lo imposible: debajo de una mata, en ranchos alquilados, en escuelas que fueron creciendo

sobre precipicios y quebradas, en basureros, en cumbres de cerros, en los lugares inhóspitos

que nadie ambicionaba. Para conseguir recursos, además de la rifa, se emprendieron osadas

campañas de promoción, se montaron oficinas, se tocó al corazón de personas generosas, se

dio rienda suelta a la creatividad más atrevida: En Carora se implantarían las peleas de

gallos, en Cumaná, las carreras de burros.

El propio nombre de Fe y Alegría no fue escogido al azar. Debía recoger la propia identidad,

ser a un mismo tiempo espejo y meta: “Nuestro nombre de Fe y Alegría no es una casualidad,

ni tampoco algo intrascendente. Es un nombre totalmente meditado, como la meta a que

conduce nuestro camino. Es nuestro emblema y nuestra bandera que fue pensada muchas

horas y muchas veces. Es nuestro ‘santo y seña’. Somos mensajeros de la Fe y al mismo

tiempo Mensajeros de la Alegría. Debemos por lo tanto aspirar a ser Pedagogos en la

Educación de la Fe y Pedagogos de la Alegría. Dos vuelos espirituales tan hermosos y radiantes

que son capaces de enamorar una vocación. Dos Poderes y dos Dones de Dios que son capaces

de transformar el mundo” (J. M. Vélaz,

Fe y Alegría siempre quiso ser una obra de iglesia que agrupara las generosidades de muchos

en torno a su proyecto educativo: la comunidad colaboraría con su trabajo, levantando

paredes, limpiando terrenos, pintando..., los más privilegiados aportarían sus recursos

económicos, sus influencias, sus ideas, otros darían sus talentos, su trabajo. Y Fe y Alegría

liderizaría el clamor popular de Justicia Educativa en defensa de los derechos a la educación

de los más pobres. El Ministerio de Educación no es el amo, sino un simple administrador de

los recursos de todos. Fe y Alegría tendría que crecer fuerte para hacer oír su voz como “un

fuerte rugido de leones”.

En el Discurso que el Padre José María pronunció en la Universidad Católica con motivo de

recibir el Doctorado Honoris Causa en Educación, su voz tembló de santa indignación:

“La Justicia a Medias es intolerable como meta. Después de tanta lucha no nos podemos

resignar a vivir en una Justicia a Medias, recordando que las cosas estaban antes mucho peor

que ahora. Este debe ser el momento más alto, más claro, más resonante de nuestra

exigencia de Justicia Integral, en el campo educativo de Fe y Alegría. Hay que decir que

cuando a los Maestros de nuestras Escuelas gratuitas, los Estados les pagan inferiormente,

cometen una injusticia discriminativa, que se acumula sobre la injusticia de no darnos lo que

debieran para construcción y equipamiento de los planteles. Y que cuando no les reconocen

escalafón, ni otros derechos recibidos por los demás Maestros recalcan una perniciosa

injusticia. Y que además cometen una insigne torpeza administrativa(...). Nuestra bandera es

bandera de Justicia en Educación de los más pobres, discriminados, inferiorizados, insultados

en su dignidad humana en Estados que se proclaman igualitarios y democráticos. A Fe y

Alegría le ha tocado romper las barreras de la injusticia estadista, neciamente

centralizadora”.

Pedagogía de la Alegría).

Vélaz, el Educador

Fe y Alegría se define como un movimiento de Educación Popular Integral. En estas dos

palabras, ‘Popular e Integral’, tan preñadas de sentido, se compendia la esencia de su

propuesta educativa. Fe y Alegría quiso echar su suerte con los más pobres. Frases como “

Alegría comienza donde termina el asfalto, donde no gotea el agua potable, donde la ciudad

pierde su nombre

desposeídos: “

arrían y desdeñan las banderas. Nuestra bandera ha sido la Educación Integral de los Más

Pobres, es decir, de los más menospreciados e ignorantes, y como éstos son muchos millones,

nos hemos atrevido a la Educación de Millones. O lo que es lo mismo: a la liberación de

millones, a la evangelización de millones, a la salvación de millones” (Fe y Alegría.

Fe y”, reflejarán su inquebrantable decisión de insertarse con los másNos hemos atrevido a levantar una bandera -escribirá Vélaz- cuando tantos

Características Principales e instrumentos de acción

lógica de tomar en serio el cristianismo: “Porque Fe y Alegría cree firmemente en que Dios es

nuestro Padre y en que todos los hombres son nuestros verdaderos hermanos, queremos

realizar la obra de Justicia más urgente: Educar a los más pobres, que son más pobres, porque

son más ignorantes”. “Dios no hizo estos Hermanos nuestros para la miseria. La maldad de los

hombres los ha vuelto miserables. Miserable quiere decir merecedor de compasión. Pues si

merecen la compasión de Dios y nuestra compasión de Hermanos, a nosotros nos toca hacer

dinámica esta compasión” (

La educación de Fe y Alegría no puede ser “una pobre educación para los pobres”, sino que

tiene que ser una educación de calidad, “la mejor educación para los más pobres”, una

educación integral que forme a la persona en su totalidad.

Si la educación es para el Padre José María un instrumento de liberación y de humanización,

si por medio de ella contribuimos a continuar el plan salvífico de Dios que quiere el desarrollo

pleno de cada hombre, no bastará educar a todos los hombres, sino que habrá que educar a

TODO el hombre. Tendremos que rescatar a la educación de su academicismo vacío y estéril

en que está atrapada, para hacer de ella un medio de crecimiento personal y social. Educar a

todo el hombre supone tomar en cuenta al alumno en su totalidad de persona y como

miembro de una determinada comunidad, y no como mera cabeza o como un receptáculo a

llenar con conocimientos muertos. Habrá que atender su estómago si tiene hambre, su salud

resquebrajada, su corazón herido por el desamor. Habrá que hacer de él una persona fuerte,

generosa, de manos trabajadoras y pies solidarios, con una sexualidad y una afectividad

maduras y responsables, con unos ojos críticos y autocríticos, capaces de descubrir y apreciar

lo bello, de admirar la Naturaleza como espejo de Dios, con un olfato especial para percibir lo

que sucede y las causas porque sucede, con unos oídos atentos a los clamores de su gente, y

con una palabra que sea expresión de vida, voz valiente de los que no tienen voz. “La

educación del hombre -escribirá Vélaz- en la misma medida en que debe ser integral y

abarcarlo totalmente, tiene que dedicar su afán primordial a las necesidades fundamentales,

entre las cuales emerge, como primaria y principal, la Alimentación y la Salud Humana”. Por

ello, debemos “

tengan lugar, donde el trabajo personal y el ensamble colectivo se practiquen, donde el buen

decir se cuide y el buen realizar estimule, donde la constancia sea aliada de la valentía,

donde todo estudio sea comprobado por la práctica, donde la confianza en sí mismo y la

necesidad de la iniciativa individual sea conjugada con la oración humilde y la esperanza en

Dios.

). Y esto como una consecuencia simple yCartas del Masparro, pág. 34 y 117).diseñar una Educación Integral en que la cabeza y el esfuerzo de los brazosNos

 

En sus sueños podía ser pastor de numerosos rebaños de ovejas, general invicto de grandes

ejércitos triunfadores o tribuno que defendía con un verbo contundente los derechos del

pueblo. Poco a poco, sin embargo, un sueño especial se fue imponiendo sobre todos los

demás: sería misionero para llevar la luz del evangelio a las inmensas multitudes que lo

desconocían. Se convertiría en un nuevo Francisco Javier. Si Javier había muerto a las puertas

de la China, él continuaría su obra cristianizadora con el mismo ímpetu y el mismo

entusiasmo.

Para poder realizar este sueño, abandonó sus estudios de Derecho y se hizo jesuita. Sus

estudios y la situación política de España lo llevaron por varios países europeos y, cuando

estaba esperando ser enviado a China, sus superiores decidieron mandarlo a Venezuela:

“Yo llegué a Venezuela hace ya más de 48 años -escribió Vélaz en El Masparro-. Me da como

miedo decirlo, pues me parece mentira. Llegué con cierto desengaño, pues toda mi ilusión

apostólica era ser Misionero en China. A esta Misión estuve destinado cinco años y cuando

desterrado en Bélgica, me preparaba para viajar al Oriente, me llegó una cartica de mi

Provincial, que me cambió diametralmente el rumbo: ‘Viento del Este, Viento del Oeste’ y

caí, casi sin quererlo, en Venezuela.

Tengo que decir que Venezuela me fue ganando poco a poco hasta enamorarme totalmente.

Pero mi trabajo fue durante muchos años seco y duro, con una sensación de trabajar una

tierra difícil y de frutos distantes en la esperanza.

Ahí quedaron largos años en los Colegios y después de un tirón, ya casi 30 años en Fe y

Alegría, con Fe oscura, pero firme en que la siembra educativa daría resultados abundantes,

aunque tardara mucho la cosecha de la alegría” (

Al llegar a Venezuela, trabajó unos años en el Colegio San Ignacio de Caracas y regresó a

Europa a continuar sus estudios de teología y a ordenarse de sacerdote. De regreso a

Venezuela, permaneció dos años en Caracas y, en agosto de 1948, fue nombrado rector del

Colegio San José de Mérida. Allí se reencontró con los Andes que lo volverían a aguijonear una

vocación de grandeza en el servicio, una permanencia en la audacia y en el riesgo. A Vélaz le

atraerían siempre las montañas, los ríos, las llanuras infinitas, los árboles. El plantó con sus

propias manos cientos de árboles, denunció los crímenes ecológicos de las compañías

madereras, a las que llamó “Mataderos Forestales” y “Mataderos Industriales para la

Deforestación y el Afeamiento del Territorio Nacional”, y se cuenta que, cuando construían

San Javier del Valle, hizo guardia varios días para evitar que las máquinas tumbaran algunos

arbolitos. Y hasta un pobre fresno comido por las vacas, fue objeto de su especial

predilección y mereció una de sus poesías:

Era un niño al que le han mordido

los brazos y el rostro.

Pobre fresno lleno de cicatrices y muñones

se ha quedado enano

cuando sus hermanos detrás de la cerca

se mecen gigantescos en la altura.

Torcido está.

Tres pequeñas ramas verdes le dan aliento todavía.

Yo quisiera alargárselas siquiera medio metro

a fin de que estuvieran más altas

que los hocicos destructores

y pudiera fugarse hacia el cielo

para darle fuerza a las raíces

y robustez al tronco

que corrigiera tantas torceduras.

Siendo Rector del Colegio San José de Mérida, el 15 de diciembre de 1950, 27 alumnos del

colegio perecieron en un accidente aéreo. Volvían a Caracas llenos de alegrías, ilusiones y

prisas, a pasar las navidades con sus familias. Pero el avión, como un pájaro apedreado, cayó

para siempre en el páramo Las Torres (Edo. Trujillo).

El Padre Vélaz ideó en su homenaje una casa de retiros espirituales como un recuerdo

luminoso de ese racimo de jóvenes segados por la muerte. Y así nació la Casa de Ejercicios

Espirituales de San Javier del Valle, un lugar para mirarse hacia adentro, para reencontrarse

con Dios que habla en el rumor de la cascada, en los labios del césped, en el colorido de las

flores, y que todas las tardes se pasea con la niebla por esos amplios corredores.

Vélaz no era plenamente feliz con su trabajo en los colegios de los jesuitas. Su corazón

misionero seguía latiendo con ardor de multitudes. Primero pensó fundar una red de escuelas

en varios pueblitos andinos -Tovar, Ejido, La Puerta, Santa Cruz de Mora...- que dependerían

del Colegio de San José de Mérida. Después, cuando terminó su período de Rector del Colegio

San José, ideó una red de escuelas campesinas por los llanos de Barinas donde le ofrecían

2.500 hectáreas al increíble precio de 7.000 bolívares. Cuando le planteó su proyecto al Padre

Provincial, no fue comprendido: “Déjate de Quijotadas y vete a la Universidad Católica”, le

dijeron. Vélaz obedeció sin comprender. Se fue a Caracas. Allí lo estaba esperando Dios para

que fundara Fe y Alegría y así pudiera vivir a plenitud su vocación de Misionero.

Porque fundamentalmente eso es lo que fue el Padre José María Vélaz a lo largo de toda su

vida: un incansable misionero que consideró la educación como el medio fundamental de

evangelización, como el principal instrumento de cristianización de las mayorías

abandonadas. No en vano Vélaz mantuvo una especial admiración por las reducciones de los

jesuitas en el Paraguay y por las hazañas de los misioneros de la red fluvial del Orinoco. Así

como nunca pudo entender cómo la Iglesia y aún la misma Compañía de Jesús había

abandonado su pujanza misionera de siglos pasados:

“Fe y Alegría debería de levantar la bandera de nuestros gloriosos y audaces misioneros de la

Antigua Compañía, que tantas señales de su paso han dejado hasta hoy. Nuestras Reducciones

de los Siglos XVI, XVII y XVIII han influido en mí poderosamente al fundar Fe y Alegría.

Siempre las Misiones me atrajeron... Así como las he admirado, no he llegado a explicarme

por qué la Nueva Compañía al regresar a América, no ha podido o no ha querido reiniciar

tamaña epopeya cristiana” (

El nacimiento de Fe y Alegría

Innovando el presente para cambiar el FUTURO
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